La encíclica Laudato Si, sigue
produciendo experiencias y cambios, es un texto vivo y un punto de referencia
para discusiones y acciones concretas. También el Celam (el Consejo Episcopal
de América Latina) está participando en las iniciativas, al lado de la
Confederación interamericana de la educación católica, del ente que engloba
buena parte de las religiosas de los Estados Unidos, es decir la Leadership
Conference of Women Religious (Lcwr), y otros órganos vinculados con las
comisiones Justicia, Paz e Integridad de la Creación. Hasta ahora son más de
mil las parroquias y comunidades que ya han propuesto una iniciativa para la
«Semana de la Laudato si’».
Según los datos difundidos por el Atlas
global para la justicia ambiental, que cuenta con la colaboración de 23
diferentes universidades, hay 1.746 conflictos ambientales (pequeños y grandes)
en el mundo. Muchos de ellos tienen que ver con la explotación minera, desde
Asia hasta América Latina, pero la cifra podría ser aproximativa por defecto,
puesto que llegan noticias fragmentarias e inciertas al respecto de diferentes
países.
Se ven involucrados grandes grupos
industriales que se dedican a actividades de extracción y comunidades locales,
campesinos, grupos indígenas, aldeas, comunidades. Pedacitos del sur del mundo
que muchas veces sucumben frente a sujetos mucho más fuertes. Es lo que sucede,
por ejemplo, en África, en Níger, en donde se produjeron 100 mil toneladas de
uranio en siete años; o en Nigeria, país en el que se trabaja masiva para
extraer petróleo sin medidas de seguridad adecuadas ni para las poblaciones ni
para el medio ambiente. Los resultados, normalmente, son catastróficos o, peor,
guerras endémicas. América Latina vive con particular sensibilidad y atención
pastoral la propuesta de la «Laudado si’».
Los temas, relacionados entre sí, de la
biodiversidad, de la defensa de los territorios de la explotación industrial
intensiva, de las culturas indígenas y populares, son muy importantes para las
Iglesias latinoamericanas. «El desafío urgente de proteger nuestra casa común
incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un
desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar»
sostiene el Papa Francisco.
(L’Osservatore Romano)