miércoles, 15 de junio de 2016

Una reflexión en la Semana Laudato Si

La encíclica Laudato Si, sigue produciendo experiencias y cambios, es un texto vivo y un punto de referencia para discusiones y acciones concretas. También el Celam (el Consejo Episcopal de América Latina) está participando en las iniciativas, al lado de la Confederación interamericana de la educación católica, del ente que engloba buena parte de las religiosas de los Estados Unidos, es decir la Leadership Conference of Women Religious (Lcwr), y otros órganos vinculados con las comisiones Justicia, Paz e Integridad de la Creación. Hasta ahora son más de mil las parroquias y comunidades que ya han propuesto una iniciativa para la «Semana de la Laudato si’».

Según los datos difundidos por el Atlas global para la justicia ambiental, que cuenta con la colaboración de 23 diferentes universidades, hay 1.746 conflictos ambientales (pequeños y grandes) en el mundo. Muchos de ellos tienen que ver con la explotación minera, desde Asia hasta América Latina, pero la cifra podría ser aproximativa por defecto, puesto que llegan noticias fragmentarias e inciertas al respecto de diferentes países.

Se ven involucrados grandes grupos industriales que se dedican a actividades de extracción y comunidades locales, campesinos, grupos indígenas, aldeas, comunidades. Pedacitos del sur del mundo que muchas veces sucumben frente a sujetos mucho más fuertes. Es lo que sucede, por ejemplo, en África, en Níger, en donde se produjeron 100 mil toneladas de uranio en siete años; o en Nigeria, país en el que se trabaja masiva para extraer petróleo sin medidas de seguridad adecuadas ni para las poblaciones ni para el medio ambiente. Los resultados, normalmente, son catastróficos o, peor, guerras endémicas. América Latina vive con particular sensibilidad y atención pastoral la propuesta de la «Laudado si’».

Los temas, relacionados entre sí, de la biodiversidad, de la defensa de los territorios de la explotación industrial intensiva, de las culturas indígenas y populares, son muy importantes para las Iglesias latinoamericanas. «El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» sostiene el Papa Francisco.

(L’Osservatore Romano)