Como decíamos anteriormente, JPIC cuenta con una coordinación de la Iglesia universal y de la vida
consagrada. Por eso en Roma existen dos
principales instancias de coordinación de los trabajos de JPIC. Por un lado
está el Consejo Pontificio de Justicia y Paz. Pablo VI instituyó la Comisión
Pontificia desde 1967, que Juan Pablo II transformó en Pontificio Consejo
Justicia y paz en 1988, por la Constitución Apostólica "Pastor
Bonus". Profundiza y difunde la doctrina social de la Iglesia, recoge
informaciones y trabaja para promover estos valores, especialmente en el
Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. Con él se coordinan las comisiones
diocesanas de Justicia y Paz, en las pocas diócesis en que funcionan.
La otra instancia es promovida por las Uniones de Superiores y de Superioras
Generales de las diversas congregaciones religiosas, por medio de una
Comisión especial. El colectivo de promotores y promotoras generales está
vinculado a ella; aunque funciona de manera autónoma, así como también lo hacen
las Comisiones Interreligiosas en varios países.
Es impresionante el potencial representado por los religiosos y las
religiosas: Un millón de personas pertenecemos a dichas Uniones, diseminados
por todos los rincones del planeta. Estos hermanos y hermanas suelen tener
considerable proyección social; son honestos/as, desinteresados/as, con buena
preparación y con mística, acompañan al pueblo en sus luchas. Disponemos de
redes de comunicación propias y aunque en algunos lugares sufren persecución,
por lo general gozan de prestigio y autoridad moral entre la gente y ante los
gobiernos.
Especialmente las congregaciones misioneras tenemos la visión de la
globalidad. El momento actual pide de los religiosos y religiosas una respuesta
que implica testimonio, levadura y profecía, inserción en las periferias. Se
nota la tendencia de los religiosos/as a participar activamente en las
instancias mundiales más elevadas, "nuevos areópagos" de
nuestro tiempo: más de veinte congregaciones religiosas hemos obtenido su
estatuto de ONG reconocido ante la ONU. Su presencia en estos ambientes ha sido
reconocida por algunos funcionarios como "la gran novedad en la
Organización en los últimos años". Los que hemos podido participar en
alguno de los Foros Sociales Mundiales, hemos podido comprobar la fuerte
presencia de la vida consagrada, con su aporte profético
El colectivo de promotores y promotoras generales están bien integrados. Han profundizado juntos, participan en Grupos de Trabajo sobre problemáticas concretas y secundan algunas campañas importantes, como la de la cancelación de la deuda de los países pobres. Hace años nos regalaron un MANUAL DE JPIC redactado por 56 congregaciones.
En el Manual titulado Manual de
Justicia y Paz e integridad de la creación nos ofrecen un precioso aporte en la relectura
teológica y en la comprensión nueva de los Consejos Evangélicos: dentro
del voto de pobreza podría incluirse el cuidado por la Casa Común, la
ecología de nuestro planeta, así como el compromiso por acabar con la pobreza y
ensayar un consumo más responsable y solidario, y en llevar una vida
alternativa, ecológica ante el consumo suicida que excluye a los pobres.
El voto de obediencia
llevará a superar formas patriarcales de gobierno y normativa, para dar lugar a
estilos menos piramidales y más circulares de comunidad, construida en respeto
a las diferencias culturales, generacionales e ideológicas. El espíritu del
diálogo, de la no-violencia y la cultura de los derechos humanos tiene
elementos aprovechables para ello. Por último, la celebración gozosa de la
Creación, el cuidado del cuerpo, así como la denuncia de formas de
discriminación u opresión debidas a comportamientos sexuales compulsivos podrán
enriquecer también nuestro voto de castidad. Y como una denuncia de la
explotación sexual, de la banalidad del amor, y de los crímenes sexuales contra
niños y niñas.
El trabajo en JPIC es una buena ayuda para la práctica de las
virtudes. Las virtudes teologales: la Fe para ver la realidad
con los ojos de Dios, descubriendo el rostro sufriente de Cristo en las
multitudes empobrecidas; la Esperanza, para descubrir los signos de la
presencia transformante del Espíritu en un mundo en el que parece que el mal
domina impunemente; la Caridad, como hemos dicho, para un trabajo
eficiente en favor de los más necesitados de todo el mundo.
También las virtudes
cardinales, pues es un trabajo que requiere mucho de la prudencia,
no en el sentido que damos usualmente, de quedarse siempre un paso atrás, sino
para adecuar el ritmo de nuestro trabajo a lo que las circunstancias pidan, a
veces para correr y a veces para dar marcha atrás. La justicia como
estilo habitual de vida, en nuestras relaciones cotidianas; la fortaleza
para resistir los obstáculos y los golpes que inevitablemente sobrevienen en
este trabajo, y la templanza concomitante al estilo de desarrollo
sostenido. También esta práctica debidamente realizada ayuda al desarrollo de
la personalidad..
Una de las dificultades que encuentra este trabajo de
JPIC es pensar que no tiene nada que ver con la espiritualidad, o con el
carisma fundacional, o con los consejos evangélicos, creyendo que se trata de
un trabajo social, o político y que nosotros debemos nada más dedicarnos a una
espiritualidad que no se relacione con la justicia y la paz y la integridad de
la creación. Esto nos alejaría de la vida del pueblo sufriente, y nuestra
comunidad religiosa dejaría de ser un “símbolo” del reino quedándonos recluidos
detrás de las verjas de nuestras cómodas residencias, lejos del grito de los
excluidos.