miércoles, 4 de mayo de 2016

JPIC y Renovación de la Vida Religiosa



Como decíamos anteriormente, JPIC cuenta con una coordinación de la Iglesia universal y de la vida consagrada. Por eso en  Roma existen dos principales instancias de coordinación de los trabajos de JPIC. Por un lado está el Consejo Pontificio de Justicia y Paz. Pablo VI instituyó la Comisión Pontificia desde 1967, que Juan Pablo II transformó en Pontificio Consejo Justicia y paz en 1988, por la Constitución Apostólica "Pastor Bonus". Profundiza y difunde la doctrina social de la Iglesia, recoge informaciones y trabaja para promover estos valores, especialmente en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. Con él se coordinan las comisiones diocesanas de Justicia y Paz, en las pocas diócesis en que funcionan.

La otra instancia es promovida por las Uniones de Superiores y de Superioras Generales de las diversas congregaciones religiosas, por medio de una Comisión especial. El colectivo de promotores y promotoras generales está vinculado a ella; aunque funciona de manera autónoma, así como también lo hacen las Comisiones Interreligiosas en varios países. 

Es impresionante el potencial representado por los religiosos y las religiosas: Un millón de personas pertenecemos a dichas Uniones, diseminados por todos los rincones del planeta. Estos hermanos y hermanas suelen tener considerable proyección social; son honestos/as, desinteresados/as, con buena preparación y con mística, acompañan al pueblo en sus luchas. Disponemos de redes de comunicación propias y aunque en algunos lugares sufren persecución, por lo general gozan de prestigio y autoridad moral entre la gente y ante los gobiernos. 

Especialmente las congregaciones misioneras tenemos la visión de la globalidad. El momento actual pide de los religiosos y religiosas una respuesta que implica testimonio, levadura y profecía, inserción en las periferias. Se nota la tendencia de los religiosos/as a participar activamente en las instancias mundiales más elevadas, "nuevos areópagos" de nuestro tiempo: más de veinte congregaciones religiosas hemos obtenido su estatuto de ONG reconocido ante la ONU. Su presencia en estos ambientes ha sido reconocida por algunos funcionarios como "la gran novedad en la Organización en los últimos años". Los que hemos podido participar en alguno de los Foros Sociales Mundiales, hemos podido comprobar la fuerte presencia de la vida consagrada, con su aporte profético

El colectivo de promotores y promotoras generales están bien integrados. Han profundizado juntos, participan en Grupos de Trabajo sobre problemáticas concretas y secundan algunas campañas importantes, como la de la cancelación de la deuda de los países pobres.  Hace años nos regalaron un MANUAL DE JPIC redactado por 56 congregaciones.

En el Manual titulado Manual de Justicia y Paz e integridad de la creación  nos ofrecen un precioso aporte en la relectura teológica y en la comprensión nueva de los Consejos Evangélicos: dentro del voto de pobreza podría incluirse el cuidado por la Casa Común, la ecología de nuestro planeta, así como el compromiso por acabar con la pobreza y ensayar un consumo más responsable y solidario, y en llevar una vida alternativa, ecológica ante el consumo suicida que excluye a los pobres.

 El voto de obediencia llevará a superar formas patriarcales de gobierno y normativa, para dar lugar a estilos menos piramidales y más circulares de comunidad, construida en respeto a las diferencias culturales, generacionales e ideológicas. El espíritu del diálogo, de la no-violencia y la cultura de los derechos humanos tiene elementos aprovechables para ello. Por último, la celebración gozosa de la Creación, el cuidado del cuerpo, así como la denuncia de formas de discriminación u opresión debidas a comportamientos sexuales compulsivos podrán enriquecer también nuestro voto de castidad. Y como una denuncia de la explotación sexual, de la banalidad del amor, y de los crímenes sexuales contra niños y niñas.
El trabajo en JPIC es una buena ayuda para la práctica de las virtudes. Las virtudes teologales: la Fe para ver la realidad con los ojos de Dios, descubriendo el rostro sufriente de Cristo en las multitudes empobrecidas; la Esperanza, para descubrir los signos de la presencia transformante del Espíritu en un mundo en el que parece que el mal domina impunemente; la Caridad, como hemos dicho, para un trabajo eficiente en favor de los más necesitados de todo el mundo.

   También las virtudes cardinales, pues es un trabajo que requiere mucho de la prudencia, no en el sentido que damos usualmente, de quedarse siempre un paso atrás, sino para adecuar el ritmo de nuestro trabajo a lo que las circunstancias pidan, a veces para correr y a veces para dar marcha atrás. La justicia como estilo habitual de vida, en nuestras relaciones cotidianas; la fortaleza para resistir los obstáculos y los golpes que inevitablemente sobrevienen en este trabajo, y la templanza concomitante al estilo de desarrollo sostenido. También esta práctica debidamente realizada ayuda al desarrollo de la personalidad..

Una de las dificultades que encuentra este trabajo de JPIC es pensar que no tiene nada que ver con la espiritualidad, o con el carisma fundacional, o con los consejos evangélicos, creyendo que se trata de un trabajo social, o político y que nosotros debemos nada más dedicarnos a una espiritualidad que no se relacione con la justicia y la paz y la integridad de la creación. Esto nos alejaría de la vida del pueblo sufriente, y nuestra comunidad religiosa dejaría de ser un “símbolo” del reino quedándonos recluidos detrás de las verjas de nuestras cómodas residencias, lejos del grito de los excluidos.